Transitar de un rol operativo a uno estratégico es un desafío que muchos profesionales enfrentan en algún momento de su carrera. Este es precisamente el reto que está viviendo María Ignacia, quien recientemente asumió un cargo ejecutivo en una empresa multinacional en Chile.

María Ignacia no es nueva en su industria, pero este nuevo rol le exige una mentalidad diferente: debe pasar de centrarse en tareas diarias a pensar estratégicamente sobre cómo sus acciones impactan a largo plazo tanto en su equipo como en la organización. Este cambio no solo es esencial para su éxito profesional, sino también para superar la sensación de impostora que la ha acompañado y para lograr un equilibrio entre su vida personal y profesional.

Desde mi experiencia como coach profesional ejecutivo y psicóloga laboral he observado que el primer paso importante en este proceso es tomar conciencia del cambio de rol. Este desafío requiere una transformación mental y un ajuste interno en la forma de ser. Muchos profesionales se quedan atrapados en el rol operativo, aferrándose a la familiaridad de las tareas diarias y temiendo el nuevo rol. Lo esencial es realizar un cambio interno, creer más en uno mismo, y confiar en las propias capacidades. Es común sentirse como un impostor al asumir un nuevo cargo, pero este sentimiento de inseguridad es una barrera que puede superarse.

Tener una visión estratégica comienza con comprender cómo su trabajo se conecta con la misión y los objetivos generales de la empresa. María Ignacia debe ver cómo sus decisiones diarias no solo afectan a su equipo, sino también al éxito global de la compañía. Esto implica estar al tanto de las tendencias del mercado, los desafíos de la industria y cómo su rol puede ser un motor de cambio positivo.

En lugar de enfocarse únicamente en los resultados a corto plazo, es fundamental que María Ignacia desarrolle metas a largo plazo que alineen su trabajo con los objetivos de la empresa. ¿Cómo puede su equipo innovar y mejorar procesos para apoyar la estrategia de crecimiento de la compañía? Establecer estas metas y revisarlas regularmente será fundamental para asegurar que su trabajo tenga un impacto duradero.

El desarrollo de un plan estratégico es vital. Este plan debe contemplar no solo las tareas diarias, sino también cómo cada acción contribuirá a los objetivos a largo plazo. María Ignacia necesita identificar áreas donde puede mejorar la eficiencia y dónde su equipo puede aportar mayor valor. Un buen plan estratégico también considera riesgos y cómo mitigarlos, asegurando que la empresa esté preparada para enfrentar desafíos futuros.

Una visión estratégica no es estática; requiere análisis continuo y la flexibilidad para adaptarse a medida que el entorno empresarial cambia. María Ignacia deberá revisar regularmente los resultados de sus estrategias, ajustando su enfoque según sea necesario para mantener a la compañía en la dirección correcta. Esto también incluye aprender de los errores y estar dispuesta a cambiar de rumbo si una estrategia no está funcionando como se esperaba.

Finalmente, es fundamental que María Ignacia pueda comunicar su visión estratégica de manera efectiva a su equipo y otros stakeholders. La claridad en la comunicación asegura que todos estén alineados y trabajen hacia los mismos objetivos. Además, fomentar una cultura de colaboración permitirá que su equipo se sienta involucrado y comprometido con la visión a largo plazo.